Aparición
El día estalla, los mares se inclinan ante las inmensas naves que suevamente descienden sobre sus muy agitadas aguas, calentando muy rápidamente el aire alrededor con todas esas turbinas alimentadas con combustible extra dimensional, el estremecedor e identificable ovni parecía ocupar todo el océano, extendiéndose hasta límites imposibles de ver por los ojos de los terrestres. Si no fuera porque en esos momentos el sol se encontraba descendiendo en su atardecer, el ambiente estaría mucho más oscuro y tétrico que la vieja habitación de la Señora Olsen. Los vehículos se detuvieron, los trabajos cesaron, incluso las aves dejaron de planear y se ocultaron todas de la vista, todo mundo habría de par en par sus cuencas y compartían este shock comunitario intentando deslumbrar la serie de acontecimientos que podrían fin a la pregunta de si estamos solos en el universo y habría la puertas hacia la duda de nuestra propia continuidad como especie sobre la tierra.
Charles balanceaba por entre montículos de tierra los cuales rápidamente pasaban a ser de basura cuando se encontraba por orillas del aserradero. Su bicicleta parecía desarmarse en cualquier momento, incluso le sorprendía que haya pasado por todos los escombros del ex edificio, hotel "Francis", y que después de eso siguiera por dos kilómetros mas fuera de la ciudad. Ciertamente debe tratarse a que haya ajustado correctamente todas las partes de la bicicleta y haber gastado aquel dinero en los pernos y tuercas originales realmente fueron buenos gastos, pensaba Charles mientras veía ya más cerca la casucha de madera al costado de un portón.
—Allí está la entrada —volvió a exclamar, acelerando sus pedaleos como nunca lo había hecho antes en aquellas carreras que participo, esta vez el tiempo realmente apremiaba y debía asegurar tener el tiempo suficiente para poder activar la onda electromagnética que acabaría con los amenazantes visitantes y prevendría la eliminación de toda la raza humana, realmente confiaba en su amigo celestial, quien le decía que la maquinaria que allí encontraría sería suficiente para salvar sus traseros. El último trozo de recorrido sucede ser un camino tierra muy suelta e inestable, Charles cae de su bicicleta, ahora atascada, y sin más opción que dejarla allí, comienza a correr. El cardio era otra de las cualidades beneficiosas que tenía el muchacho, pensaba en si mismo que no habría mejor persona que mandar en esta misión, al menos no una que estuviera disponible en aquella situación específica. Unas enormes alarmas suenan desde la nave, sorprendido escuchaba Charles la potencia con la que llegaba a su posición y comenzaba a preocuparse que cuando regrese tendrá que comenzar a gritarle a todo mundo para que pueda escucharlo.
Tal y como el celestial había dicho, detrás de un montón de paja, se encontraba muy oculto este pequeño nicho que además de guardar estos pequeños restos de huesos, tenía la llave para poder acceder a la pequeña caseta roja. Luego se preguntaría si esos huesos pertenecían a algún animal o humano, además del olor que no tuvo tiempo tampoco de quejarse.
Unas sudadas manos sostienen acelerado y tembloroso el candado, un leve forcejeo y pudo por fin abrir de par en par la puerta. Oscuridad yacía del otro lado y el camino que le seguía a Charles por delante era el de otra corrida por callejones que en un principio parecían infinitos.