En un minuto (parte uno)

—¡Acelera maldita sea!

Jill me gritoneaba tan abruptamente que reaccione de inmediato, aumentando la velocidad del vehículo al igual que los latidos de mi corazón. No sé cómo fue que acorde ser parte de esto, de hecho, si lo sé ¡Dios! soy un maldito inconsciente, decía preocuparme por los demás pero aquí estoy convirtiéndome en cómplice del asesinato del director Rodríguez.

Creo que aún estoy a tiempo de dejar el auto botado, abandonar la ciudad lo más pronto posible y empezar de nuevo en alguna pequeña ciudad de las afueras. Es que la paga era muy buena y necesitaba el dinero para pagarle a Freddy, de lo contrario acabaría muerto el fin de semana y encontrarían mi cuerpo pudriéndose junto a montones de basura y ratas inmundas que muy seguramente consumirían mis aún crecientes uñas. De solo pensar en la asquerosidad de la situación, es que vuelve mi concentración a la ahora carretera por la que voy conduciendo.

—Hay un gran barranco a unos tres kilómetros de aquí, debes entrar a la derecha. Cuando lleguemos, nos desharemos de toda evidencia y supongo que sabes lo que significa.

—Deshacernos del vehículo también.

—¡Exacto!

—Pero ¿Cómo se supone que volveremos?, ya casi llevamos diez malditos kilómetros lejos de la ciudad.

—¡¿Quieres callarte y escucharme por unos momentos?! Apenas son las tres de la madrugada y vine preparado. ¿Recuerdas las patinetas que le cambie a Charlie por aquel conjunto de películas pornográficas?

—¿Volveremos a la ciudad en patinetas, en plena oscuridad, sin alguna luz para iluminar nuestro camino, aumentando las posibilidades de ser atropellados por cualquier desquiciado que corra por aquí? ¿Ese es tu plan?

—¿Bueno pues tienes algo mejor? al menos gracias a mí, no volveremos corriendo.

Solo intente concentrarme en no perder la entrada de la que tanto insistía Peter, ahora con mucho más entusiasmo una vez pasamos un letrero que indicaba un kilometro de distancia hacia nuestro destino.

—"Quebrada del Diablo" esa es. Estamos cerca.