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Atardecer inmaculado

Como una abofeteada fuerte y cargada, llega a mis oídos el fuerte sonido de las bocinas, todas alborotadas en la avenida de mi derecha, aún cuando se ven bastante lejos, es la de un enorme camión la que despabila mis ojos del vacío y con una invitación amistosamente invasiva, termino congeniando que nunca pudo haber sido aquel camión que se ve a la distancia, sino algo más.

¿Algo más?

¿Qué otra cosa puede distraerme del eterno vacío en el que estaba flotando?

Cariñosamente observo el pasto verde que me rodea, a mí y a la banca, siento que puedo diferenciar cada hoja balancearse al ritmo del inspirador viento. Cada una de ellas me envía un mensaje de alivio y tranquilidad, cada una de ellas desea rozar mi piel y palmar mis dedos, cada deseo de aquellas hojas me recuerda la alegría que bordeaba mi vida y la felicidad que alumbraba mi destino, siento que creo estar bien, siento que podría pensar en esbozar una sonrisa y levantar la mirada.

Pero, nuevamente llega aquel mismo ruido, más potente aún, como si intentara herirme, como si deseara derrumbarme. De pronto las hojas dejan de menearse en armonía con el viento, ahora es solo incoherencia despavorida, desesperada por poder escapar del suelo. Es mi piel, a la que se le otorga también aquel suceso, dejándome con las ganas de arrancármela y, por aquella simple desesperación de quizás hacerlo, levanto la mirada. Al instante puedo deslumbrar de lo que estaba ausente. El mar, enorme como ningún otro, resplandeciente y lleno de satisfacción mientras recibe con orgullo la belleza del enorme sol, quien impregna sus armoniosos colores en mis pupilas llenándolas de un placer culpable, deseoso de nunca acabar.

De entre el arcoíris de colores que muy gentilmente me ofrece, siento que logra reflejar la silueta de quien logré amar con libertad desenfrenada, como si ahora, esta puesta de sol, fuera mi nueva amante, llamándome a quererla más y más. Siento la invitación, puedo detallar su recorrido por mi cuerpo a la perfección, siento la excitación revelarse paso a paso, sigue por favor, continua tu recorrido...

—Adrian...

¡No! maldito ruido que ataca lo que intento apenas montar, necesito esto, necesito esta armonía, me la he ganado, dame más tiempo, ¡solo un poco más!

—Adrian...

El gigante ya casi abandona la escena, su invitación se desmorona frente a mí y su silueta comienza a deformarse en otra que recalca aquello de lo que intento escapar, pero que era demasiado cobarde de aceptar.

Es mi culpa.

Desde un principio debí montar mis ideales, desde un comienzo enfrentar la realidad, quien fuera tan incorregible como yo, se ha ganado todo este sufrimiento. Pero me atemoriza lo que venga después, me aterra lo desconocido de la siguiente etapa, haz que termine porque no quiero verlo, escojo no vivirlo, ¡DETENLO AHORA!

En la completa oscuridad mi conciencia me da un último consejo, palabras que dejo, me manipulen a su gusto en un consenso establecido.

Si no lo detienes tú, lo haré yo.

Sin más me abalanzo sobre la silueta destructora de sueños para cobrar venganza, y rodeando su cuello entre mis manos, comienzo a saborear el regreso de lo definido como, atardecer.

La lucha impuesta es nada cuando veo a las hojas del pasto suplicar por clemencia. Descuiden todas, que esto es por un bien mayor, estoy seguro que comprenderán cuando nuevamente surja la estrella maestra de entre las colinas.

Puedo sentir a mis temores disiparse, segundo a segundo, se va alejando en una amena caminata de despedida, deseándome buenos deseos. Agradezco mientras me pongo de pie, mi pesadilla ha terminado, junto a su representación física que alguna vez llame, mi querida, Ana.

Phase 2

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