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Janine, Capitulo cero


Janine no tenía intenciones de detenerse, Janine no tenía ganas de cambiar de mano, Janine no pedía nada más, solo se dedicaba a jadear desesperadamente como si el mundo se fuera a acabar en cinco minutos. Me surgió la idea de sugerirle alguna otra herramienta, pero no quería interrumpirla y cortarle el gran vuelo que había tomado, es bastante predecible la manera en que entablas diálogo con ella cuando te la cruzas en un día rutinario, pero nunca he cruzado palabra con ella durante el tiempo en que estaba en sesión, al menos nunca más allá de las órdenes que me daba para acercarle otra herramienta, que es precisamente uno de los motivos por los cuales me nació la idea de acercarme en primer lugar. Han pasado ya dos horas y aún no ha modulado palabra, cuando antes aprovechaba cada minuto en experimentar nuevas maneras de tortura. ¿Es que ahora está sin ánimo? ¿Está sin ganas? ¿Algo la ha dejado triste? ¿Por qué carajos me estoy preocupando en mi empleadora y además se me ocurre preguntarle el por qué? Al diablo, no lo voy a intentar ahora.

Dejaré que termine, la chica en la silla parece quedarle solo unos cuantos respiros, apenas la jefa vea que ya no se queja, se aburrirá rápidamente y yo podré irme a mi departamento.

Pero pareciera que mis ánimos de retirarme más temprano han sido escuchados por Janine.

—Peter —susurró la jefa luego de percatarse de que la chica ya casi destellaba sus últimas quejas y lágrimas —, tráeme a "Gertrudis 2", ¿quieres? —ni siquiera se molesta en girar ni un poco su cabeza, simplemente da la orden.

—De inmediato Jefa —respondo y parto a paso apresurado en dirección a la famosa caja dos, no muy usada, de hecho es bastante raro llegar a la caja dos, quizá es un día especial.

Era considerada una sesión normal cuando pasábamos por la caja tres, la caja cinco, incluso la once, bien saben todos que cuando es solicitado algún instrumento de las cajas una o dos, tiene cierto significado especial para el solicitante, incluso la elegancia en escena no era más que una confirmación de aquello. Vestido rojo, escotado y ajustado a su tremenda figura, cabello negro, luminoso y voluptuoso, junto al esperado par de guantes blancos con pequeñas incrustaciones de diamantes en los bordes. Si, ciertamente se trataba de una ocasión especial, ahora la razón de aquello siempre es personal, no conozco de algún Acólito que haya recibido explicaciones sobre su uso.

Gertrudis 2 se componía de metal en su mayor parte, como una especie de pinza enorme, sus brazos median cerca de un metro de largo cada uno y en el punto de unión una base en la cual se podían adjuntar distintos tipos de cabecillas, completamente intercambiables y sorprendentemente liviana para su tamaño, lo último en herramientas de tortura. En cuanto a las opciones para acomodar en ella, cada solicitante tiene un estante completamente personalizado, donde varían tamaños, colores y obviamente tipos. La elección de la jefa en esta especial ocasión fue su inclinación hacia dos de su estante, una especializada en atornillar el cráneo y extraer dientes bajo presión al mismo tiempo y la otra usada para extraer de manera limpia cualquier conexión o articulación completa del sujeto, que gracias a su muy afilada cuchilla, literalmente sientes que estas sacando una cucharada de helado.

Entonces Janine me indica administrarle a la chica otra dosis de morfina, quiere estrujar hasta su último hueso y sentir sus gritos retumbar una última vez en la sala. Comienza por la cabeza, aquello era literalmente una máscara de hierro que crujía tu cráneo por medio de esas tuercas que tenía instaladas a cada costado y una boquera que tritura dientes y encía por completo, bastante efectivo al concentrar dos puntos de dolor en una misma sección del cuerpo, le ayudaba al sujeto a permanecer lo suficientemente atento para la siguiente fase.

Con leve dificultad Janine acomoda de manera perfecta el instrumento en su rostro, la pobre chica sabe lo que le espera, ya no tiene nada más que defecar y solo comienza a respirar agitadamente mientras abre sus ojos más y más a la vez que exalta otro largo grito al momento de tener a Gertrudis 2 lista y en posición.

Entonces Janine, luego de recuperar por completo el aliento, esboza una muy alegre sonrisa en su rostro casi al punto de reír y comienza muy suavemente a juntar ambas piernas de la enorme pinza.

Es curioso como se pueden escuchar claramente el crujir de los huesos del cráneo a cada segundo, no miento que igual llega a ser algo satisfactorio, ver como la sangre comienza a deslizarse por su cuello y eso que aún falta la otra parte, porque cuando las tuercas estaban en acción, lo está también el artefacto de la boca, donde nuevamente, se pueden escuchar esos dientes cuando caen al recipiente metálico integrado. Tan solo imaginar esas encías completamente destruidas y siendo testigo de los gritos de la chica que nunca cesaban, mientras sacudía su cuerpo con desesperación intentando extraer sus muñecas, tobillos y cuello de los sujetadores, dañando mucho más su muy estropeada piel. Eso solo logro excitar más a mi jefa que ahora esbozaba una terrorífica sonrisa maquiavélica.

Obviamente Janine no apretó la pinza por completo porque eso mataría al sujeto y la otra cabecilla aún espera ser ocupada, Janine lo sabía y antes de llegar más allá, abrió lentamente la pinza y la retiró con una suavidad y control envidiable, todo con la necesidad de ver el resultado, lo que nos tenía a ambos bastante curiosos. Más sangre bañaba el piso y otro poco a la cubeta con las heces de la chica, quien por fin se había callado. Ahora es cuando le toca el turno a la otra cabecilla y con esta por fin terminar la sesión que ya se estaba alargando demasiado, estoy seguro que hasta Janine se percataba de aquello. Luego de cambiar las cabecillas, se preparó para el último movimiento, con mucha delicadeza apoyó el instrumento en la rodilla izquierda de la muchacha, preparada para arrancar completamente esa unión, dejando caer la pierna al charco, bañando la extremidad cercenada de rojo. Para este punto ya no había nada más por lo que llorar o gritar, solo podías escuchar gemidos profundos que llegaban al nivel de la locura. El ruido de esta Gertrudis es la mejor parte, es tan sutil, como si acariciara violentamente la rodilla con un abrazo letal y limpio. La técnica de Janine me sorprendía aún más, luego de todo el jadeo y quedar sin aliento, aún podía realizar esta acción con pulso quirúrgico.

—Hey Peter —vuelve a hablar por fin Janine nuevamente y devuelve mi atención a su voz.

—Dígame jefa —repliqué muy firme, como si me estuviera dirigiendo a un general, ciertamente había aumentado mi aprecio hacia ella. La chica ya había muerto y ahora venia la limpieza, supuse que me daría la orden para aquello por lo que no espere siquiera a que la dijera, simplemente comencé a avanzar hacia el cadáver, supongo que mis ánimos de querer irme pronto salieron a flote allí, pero antes de dar el segundo paso, Janine me detiene con su siguiente pregunta.

—¿Quieres saber por qué hoy es un día especial? —mencionó, nuevamente sin girar un milímetro su cabeza, como si estuviera paralizada mirando al vacío.

Me puse un poco nervioso, tragué un poco de saliva, quise decir que sí, pero sabía que debía decir que no. Estúpido fui, porque aparte de quedarme inmóvil, no respondí palabra alguna, por algún motivo sentí un escalofrío recorrer mis piernas y una tensión que dejo el resto de mi cuerpo perplejo, entonces Janine simplemente respondió.

—Esta es mi última sesión...

Cuando un Monje (Janine) se va de de La Agencia, existen solo dos posibles causas. Una es la opción voluntaria de retirarse junto al compromiso de silencio por muerte, si llega a revelar alguna información sobre este muy discreto lugar, la segunda es el ocupar como sujetos de tortura a familiares directos de otro Monje, eso es considerado de alta traición tanto para La Agencia como al Monje cuyo familiar ha sido usado.

Existen reglas en la Agencia, demasiadas, especificas tanto para Monjes y Acólitos (ayudantes) como yo, reglas que tuve que aprender y memorizar, hacer pruebas sobre todo aquello, he practicado con todas y cada una de las herramientas al menos una vez, tengo el adiestramiento para guiar a nuevos Monjes si así lo solicitan, tengo incluso un seguro de nunca ser un sujeto de prueba. Es obvio que los Monjes antiguos tienen mucho más adiestramiento en todo lo que yo tengo solo experiencias técnicas y Janine es una las más expertas en el rubro, muchísimo más calificada que cualquiera de muchos otros Monjes con los que he trabajado. Entonces me nace la duda, ¿alguien con tanto talento y gran trayectoria, en serio a decidido retirarse y cambiar todo aquello por una vida tranquila? Ella ama esto, de eso tengo años de noción y una seguridad confiada ¿Qué es más grande que todo esto para ella?

Pareciera que Janine vio a todas las preguntas cruzar por mi mente, porque comenzó a hablar de manera muy relajada cuando por fin se volteaba a verme.

—Me caes bien Peter —menciono muy amigable, casi modulando algo parecido a una sonrisa amistosa, aún así su rostro seguía inmutable. Ella solo podía observar mi expresión inquieta que claramente quería saber el por qué su decisión de abandono.

Entonces volvió a hablar, solo que esta vez con una pregunta.

—¿Sabes quién es ella? —dijo, haciendo una leve inclinación de cabeza hacia el cadáver.

Replantee nuevamente todas mis preguntas y comencé a sacar conclusiones, mi rostro ahora era de desesperación, una desesperación de saber a qué Monje había traicionado y de porque estúpidamente lo había hecho. ¿En qué carajos estaba pensando? claramente sabe las consecuencias, es castigo de muerte por tal acto. ¿Por qué lo hizo?

Pero nuevamente no repliqué palabra, incluso tuve unas ganas inmensas de golpearla, mi propio castigo hacia ella por tal desperdicio de talento.

Otros segundos habían pasado y no podía quitarle los ojos de encima que ahora emanaban una rabia enorme, la cual Janine podía notar sin problemas, como si me permitiera estar a tal nivel de confianza con ella, pero que aún así, estaba esperando a que le hiciera la obvia pregunta.

Intente calmar mis ansias, intente no abofetearla y tampoco insultarla, contuve todo aquello y simplemente hice la maldita pregunta.

—¿Quién es? —dije finalmente, apretando mis dientes y mi puño, apenas modulando, pero que de igual manera fue comprensible para ella.

Con el mismo tono de tranquilidad y serenidad que la caracterizaba, pero mirada obsesiva y exhaustiva que no se despegaban de los míos, respondió.

—Es mi hija...

Phase 2

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