TDV Antofagasta 2017 #17 (Final)
Sigo esperando, cambiando de posición cada cierto tiempo, converso un poco con los compañeros del colegio, el Pablo y el Dino.
En una de esas me despido muy anticipadamente de otro compañero llamado Nicolás.
—Tú eres una persona buena y muy humilde, lo supe desde antes, cuando recién nos juntaron a todos en la plaza de Antofa y hacíamos la fila para comprar las poleras, yo no me había dado cuenta y me había puesto al frente tuyo, cuando me di cuenta, tú dijiste que no hay problema que todos vamos a alcanzar a tener una, allí fue cuando dije, él es un hombre bueno.
Yo igual le mencione que todo parte de uno el querer cambiar y ser el agente de ese cambio. Buen tipo también, muy bueno.
La espera se hacia un poco larga teniendo en cuenta que afuera había tres buses esperando: Arica, Copiapó, Coquimbo.
Durante esos cambios saltando de grupo de conversación en grupo, es que termino hablando con la Rocío, siendo que solo nos habíamos cruzado un par de veces. Charlamos un poco y como ella era muy entrada en el tema del rock, quien sabe, [PARTE ELIMINADA], resulta que ella llegaba a la misma conclusión.
—No puedes hacer algo allí. Las palabras con ella no van a funcionar, debe nacer de ella el querer el cambio en su vida, yo tuve los mismos problemas pero con mi rabia, era muy pero muy peleadora y enojona, tanto así que me daba rabia, incluso ser así, porque ya me estaba metiendo en muchos problemas, después comencé unas clases de terapia que duraron bastante hasta que me chatearon y lo deje botado, siempre las mismas palabras, decidí de cambiar sola y costó mucho pero ahora ya no soy como antes y eso me hace feliz, porque pude dejar lo que me atormentaba.
Acciones más que palabras, ojala pueda salir de eso.
[PARTE ELIMINADA].
Hubo un minuto en el que la Darling aparece de la nada en tono de mujer celosa.
—Oye, ya estás hablando con el Andrés, pero no mucho rato ¡eh! —reímos y la Rocío responde.
—Ya llego la Darling, mira que no podemos tener una conversación tranquilos.
—Dos minutos y contando.
Minutos después de eso se tenía que ir y naturalmente se vino a despedir, en eso después de un pensamiento acelerado, escupo.
—Hey quizá sea un poco arriesgado, pero ¿me puedes dar tu número?, así podría seguir pidiéndote consejos en cualquier cosa sobre mi amiga.
—Pero por supuesto.
Anoto su número y queda saldado, ahora a esperar un buen momento para hablarle, otros minutos después llega el Eduardo diciendo que tenemos que abordar el bus ahora.
No quiero irme.
Momentos atrás los chicos habían hecho un círculo, cantando junto a una guitarra. Comencé a despedirme de los que tenía cerca, la Darling se percata y se acerca a despedirse con el primer gesto de contacto, más allá que simples miradas juguetonas o movimientos sensuales en tono de broma.
Nos damos un abrazo que pude notar luego, se dio casi al centro del circulo que estaba formado, junto a esa música y coros de una canción que llegue a olvidar por el simple hecho del momento, [PARTE LIMINADA].
Vuelvo a despedirme con unas últimas palabras de adiós y de que ha sido un gusto conocerla, ella replica con frases en el mismo tono, luego me alejo caminando.
No muy rápido, no muy lento.
No mire hacia atrás, no quería saber nada mas, solo quería quedarme, pero eso era una estupidez irracional tal y como las ganas de querer mirar hacia atrás.
Bajo unas pequeñas escaleras y atravieso el portón de salida, subo al bus, nervioso e inseguro, vuelvo a plantearme la idea de bajar, pero de alguna forma me lo impido, la tarea se hace muy difícil cuando los chicos de Arica se apegan a las ventanas muy interesados por algo. No quiero más distracciones, solo quiero escribir, quiero que esto suceda rápido, “Mr. Arrepentimiento” ya ha comenzado a llegar y dudo que pueda contenerlo mucho tiempo si no partimos pronto.
—¡Los cabros están afuera! —grita alguien.
Me asomo a una ventana derecha y veo a los chicos que quedan, con un círculo más pequeño, siguen cantando.
La Darling está retirada del conjunto con los brazos cruzados y haciendo un poco de muecas por el atardecer ya muy pronto a retirarse, de igual modo sonríe cuando algo gracioso sucede, me asomo un par de segundos más a través de la ventana que dudo pueda verme desde afuera.
Vuelvo a mi asiento.
Sigo escribiendo.
Intento concentrarme.
Lo intento.
Créeme que lo hago.
De pronto me nacen esas necesidades inmensas de llorar, todas las cosas que no hice o dije en todos los trabajos pasados hacen un recorrido en mi cerebro nuevamente mientras el bus parte.
Creo que me nace la urgencia de llorar.
¿Porque me torturo así?
¿Soy un sádico?
Este sentimiento que yo sé, siempre llegará ¿me gusta o lo detesto?
Estoy confundido, me quedo en blanco y en silencio, pegado al asiento, no me muevo, apenas respiro.
No pienses en eso, no piense en eso, no pienses en eso.
Comienzo a admirar el exterior, el atardecer me muestra su belleza y me logro tranquilizar un poco, comienzo a tomar un par de fotos, la velocidad es algo que quisiera acelerar en estos momentos.
No sé qué otra cosa seguir escribiendo, ciertamente tengo cosas que saber afrontar, dios en serio parezco un tanto infantil, [PARTE ELIMINADA].
Dormí todo el camino.
Solo abrí los ojos una vez durante el viaje, cuando atravesábamos una cabina de peaje, ahora comienzo a reconocer calles ¿Arica?
Tomo mi celular.
Cinco con cuarenta y tres de la mañana, hemos llegado demasiado temprano, debemos bajarnos. Después de unas palabras con mi hermano, se retira junto a una amiga que hizo durante el viaje, lo irán a dejar, nos despedimos.
Seis de la mañana y decido retirarme yo también, me despido y comienzo a caminar en dirección a “18 de Septiembre”, algo oscura la calle y me recorre una inquietud por el cuerpo.
Vacía.
Abundaba por su soledad y largos trozos de oscuridad, un par de veces es que diviso a unos autos particulares atravesar la calle, eso hasta que veo a dos tipos cruzar.
Se detienen un momento y se quedan observándome.
Me hago el desentendido mientras uno de ellos comienza a silbar, como intentando llamar mi atención, en respuesta a mi ignorancia siguen caminando entrando al pasaje unos cinco metros frente a mí. Luego de unos minutos vuelven del pasaje, ahora los veo con mayor detalle, un tipo flaco levemente más alto que yo, con ropa un poco gastada a simple vista y deshilachada, junto a un hombre del mismo tamaño, pero este andaba con jeans, polera rosada, medio corpulento, se acercan a mi posición calibrando la mirada, imagino que para ver qué premio puede haber en un chico que carga una enorme mochila de viaje.
—Hola, ¿tienes un cigarro? —fue la pregunta preferida a elección. Lo niego.
—¿Vives aquí? ¿de qué ciudad vienes? ¿a dónde vas? —muy interesado parecía su compañero también, cuando lentamente iba rodeándome.
Claro que a cada pregunta respondo tranquilo.
Una de las respuestas parece resaltar sobre el resto.
—Vengo de unos trabajos comunitarios.
Su interés parece desaparecer, se despide, dice que me cuide, luego se retiran.
Otros minutos más y los vehículos aún no hacen presencia, decido seguir bajando hasta el pasaje de la clínica San José, igual de oscura a diferencia de la esquina que venía a continuación, más iluminada y al parecer un poco más segura.
Justo diviso a un joven saliendo de una casa, muy cerca de la esquina donde me paro, junto a una mujer, solo el llevaba mochila de viaje, imagino lo irán a dejar, se toman su tiempo para partir. El tipo se percata de mi presencia gracias a su cualidad de mirar a los lados antes de subir al vehículo.
¿Inseguridad o seguridad?
Parten unos segundos después y vuelven a dejarme completamente solo, con los relajos de dos segundos de autos que pasan a velocidad moderada. Escucho pasos a la distancia, doy una mirada lenta, de tal forma se distinga lo he hecho, girando cuerpo completo. Dos siluetas, espero no sean personas interesadas en el gran bulto de mi espalda. Solo miro hacia el frente, llega a cruzar mi vista un caballero delgado cerca de la tercera edad quien me dirige una mirada rápida, mientras continuaba su recorrido, su acompañante me dirige la palabra.
—Ho…hola… ¿tien… tienes…encendedor?
La incongruencia al hablar, junto a la necesidad de acelerarse y claro tono desviado, hacían a esa mujer de bajo tamaño y con unos kilos más que el promedio, en una persona que no representaba el peligro que pude haber imaginado. Desorientada, entrecerraba los ojos para luego abrirlos con fuerza, pareciera intentar comprender mi respuesta, la cual tuve que repetir una segunda vez —no, no fumo —, pero su necesidad de nicotina parecía ser más fuerte, porque luego de ignorar mi respuesta volvió a hacerme una pregunta, pero esta vez por algún cigarro. Volví a responderle lo mismo una vez más y se retiro junto a su acompañante quien parecía un poco molesto por la espera.
Cerca del minuto después, aparece por fin un colectivo que puede llevarme a destino. Subo ya más tranquilo y recorriendo la ciudad para una gloriosa vista a las seis cuarenta y seis de la mañana.
Detengo el vehículo en la esquina más usada, camino a la puerta un poco entusiasmado y uso la llave.
Cruzo la puerta, el Anko está atento desde el balcón y comienza a agitar su cola apenas cierro la puerta a mis espaldas.
He llegado a casa.
Nota final:
Hubieron otros sucesos, hechos, conversaciones y opiniones que no escribí, pero que de igual manera son parte de mi memoria.
El editaje de este relato sobre los TDV son de exclusiva responsabilidad del autor, por lo que no te extrañes si encuentras errores, le di dos repasadas y aun así puede que se me haya escapado algún detalle, de todas formas espero lo hayas disfrutado y te hayas entretenido al leerlo como yo al escribirlo (por último para distraerte), quizá no se siente muy bien la expresión de ciertas emociones o situaciones por la mala explicación de los hechos, es algo que debo mejorar, de todas maneras espero se hayan comprendido y te dejes sucumbir durante la narración para que te distraigas de vez en cuando).